Muchas dietas de adelgazamiento, eliminan los hidratos de carbono de la dieta para conseguir la pérdida de peso. Este hecho ha provocado que muchas personas los eliminen directamente de su alimentación por miedo a engordar. La cuestión es, ¿qué hay de cierto en esa afirmación? ¿Son realmente los hidratos de carbono los principales responsables del sobrepeso y la obesidad?
La respuesta es: ¡rotundamente NO! Los hidratos de carbono, también llamados glúcidos o azúcares, son un nutriente energético, cuya función principal es la de aportar energía al organismo para que pueda desarrollar de forma adecuada todas sus funciones. Por eso, para que una dieta sea equilibrada, variada y suficiente ésta debe contener entre el 50 y el 60% del total de las calorías en forma de hidratos de carbono. Ahora bien, no todo el mundo necesita la misma cantidad y ración. Esto dependerá, no solo de la complexión física, el sexo y la edad de cada uno, sino que también variará en función de la actividad física que se realice. ¡Vamos a analizarlos!
Los tipos de hidratos de carbono
En primer lugar, podemos dividir los hidratos de carbono en dos grandes grupos:
– Los de absorción lenta (glúcidos complejos) como la pasta, la patata, el arroz, las legumbres y los cereales.
– Los de absorción rápida (glúcidos simples) como la fruta, la miel, los dulces y el propio azúcar.
Como hemos comentado anteriormente, cuando comemos hidratos de carbono, éstos se digieren y transforman en glucosa, proporcionando al organismo la energía necesaria para el correcto desarrollo de las funciones vitales. Ahora bien, los de absorción lenta lo hacen de forma gradual y los de absorción rápida lo hacen de forma instantánea. La OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda una ingesta de hidratos de carbono que oscila entre el 55 y el 65% de la energía total diaria. Y de este tanto por ciento, sólo el 10% debe ser aportada a partir de azúcares simples.
Pero, ¿qué pasa cuando consumimos más carbohidratos de la cantidad aconsejada?
Comer más de lo que el cuerpo necesita conduce a un aumento de peso, independientemente de que la fuente proceda de los carbohidratos, las grasas o las proteínas. No obstante, si consumimos más hidratos de carbono de lo que realmente necesitamos, éstos se almacenan en forma de grasa en el tejido adiposo. Por lo tanto, deberemos consumir la cantidad que nuestro cuerpo necesite en función del desgaste energético que tengamos y siempre teniendo en cuenta que la cantidad será mayor de carbohidratos complejos que de simples.
¿Y si no llegamos a las cantidades aconsejadas? Seguramente, pensaréis que si no tomamos hidratos de carbono, podremos reducir grasa corporal. Aunque esta afirmación sea cierta, tendremos que tener en cuenta que habrá consecuencias, ya que, al faltar los carbohidratos, empezaremos a utilizar la grasa del tejido adiposo y las proteínas como fuente de energía, produciéndose unas sustancias que en exceso son nocivas para nuestro organismo.
De hecho, si os fijáis en la Pirámide de la Dieta Mediterránea, los hidratos de carbono se encuentran en el primer escalón de la comida, teniendo que ser consumidos a diario. Por eso, tenéis que estar tranquilos a la hora de comerlos, ya que si vuestra alimentación es equilibrada, variada y suficiente, podréis gozar del placer de tomarlos sin que os pese en vuestra figura.
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